miércoles, 21 de marzo de 2012

Venezuela. Akopan Tepui, Takamajaka

Sí, lo admito, he leído demasiadas novelas de aventuras.
Emilio Salgari, Jack London y otros románticos llenaron las tardes de mi tierna infancia. Desde entonces imagino la SELVA como un lugar mágico, misterioso, lleno de animales y de peligros, de amenazas desconocidas.

Viajar a Venezuela ha significado redescubrir las emociones, aventura que aparecía no tanto en la escalada como en el entorno que la envuelve: volar en avioneta, la vida en el campamento, los paseos por la gran sabana, por la jungla, los accesos, los descensos nocturnos llenos de ruidos y silencios.
La selva desborda nuestra imaginación. Confundes lianas con serpientes deslizándose desde las ramas, convives con hormigas gigantes cuya picadura provoca un día de fiebre, con escorpiones en las casas, en los árboles, arañas en las paredes, y un sinfín de habitantes que ocupan los agujeros en las paredes, dándole a la escalada un sabor especial.

Quince días no daban para mucho, así que dejé que Unai programara y organizase tanto el viaje como la intendencia. Nuestro primer destino fue el Akopan Tepui, un monte alejado de las rutas turísticas donde la escalada no solo está bien vista sino que supone la principal fuente de ingresos para la comunidad indígena de Yunek.


Partimos del aeropuerto de Santa Elena y alquilamos una avioneta por poco más de 300 USD. Pese a haber volado anteriormente en estos cacharros, nunca deja de sorprenderme el empuje brutal de sus motores y la desmesurada maniobrabilidad que les permite aterrizar en cualquier sitio. Apenas 100 mts bastan para frenar o despegar, y eso que nuestra vieja CESSNA parecía romperse a pedazos cada vez que Cardoso, el piloto, aceleraba las revoluciones al son de una canción de narcocorridos.



Superada la emoción del aterrizaje nos recibió la matriarca de la comunidad, quien nos anuncia, serena, que no podrán ayudarnos con los porteos hasta la mañana siguiente. En Pemón no existe el concepto tiempo, y ni siquiera es posible preguntar qué hora es. 72 horas de viaje se reflejan en nuestros rostros, tristes de tanta espera. Finalmente 3 chavales de entre 15 y 18 años acceden a acompañarnos hasta el que será nuestro campo base durante 6 días. Son pequeños en tamaño, grandes en fuerza, duros con el peso .

El paseo dura 2 buenas horas por la sabana, cruzas un río y algún tramo de jungla donde ya experimento la excitación de la selva: mi cuerpo se tensa como un resorte que salta a la más leve sensación de roce o picadura. Los Pemón deben descojonarse al ver a unos tipos tan grandes y cobardes... Esto es tierra de zancudos (mosquitos), de puri puri (mosca negra), y los cabrones aprovechan cualquier parte expuesta de tu cuerpo para alimentarse a tus expensas. Parecemos anuncios ambulantes de antimosquitos untados de Relec de cabeza a los pies. Luego, y para terminar de relajarme, me explican que queman selva y rastrojo para matar y ahuyentar "culebritas".

Alcanzamos un descampado no lejos de las paredes donde alguien ha montado tres carpas (tiendas) y unos toldos. El lugar parece idílico para acampar (y libre de reptiles), pero está lleno. A nosotros nos reservan otro campamento en el interior de la selva, en un pequeño claro desbrozado a golpe de machete. En dos horas acondicionamos el lugar y montamos nuestras casitas. Un toldo se encargará de protegernos de los chaparrones diarios. Indispensable, indispensable, muy indispensable.

Mañana queremos escalar. 
Escogemos Takamajaka, una ruta de 7a/b de 10 largos que se rapela.

Amanecer después de dos días y pico de viaje siempre cuesta. Si además te desperezas a 24º de temperatura, al lado de un arroyo de agua fresca, con desayunos preparados (gracias Tavo!), y nuevas paredes que admirar, moverse rápidamente se convierte en tarea imposible.
No conseguiremos largarnos de nuestro campamento antes de las 9, y eso que amanece a las 5:30... y oscurece a las 17:30.

La aproximación, sencilla,  exige algo más de tiempo y esfuerzo de lo que aparenta. La "botella de coca-cola" (por su característica piedra superior a modo de tapón o chapa de cola) alberga las rutas más concurridas del Akopan.
Quizás sea su longitud moderada, el grado y equipamiento de sus vías o la aparente proximidad de la tapia, lo cierto es que las rutas "Jardineros de Grandes Paredes" y "Hasta luego Taurepán" se han convertido en las clásicas del lugar. Escogemos Takamajaka porque parece evitar cualquier tramo de jardín o de plantas, algo que no tardaríamos en degustar.

La vía es ciertamente bella y mantenida entre 6b y 6c con pasos puntuales más duros aderezados con algún bolt y reuniones equipadas. Sorprenden los dos primeros largos, quizás por la novedad del tipo de roca, y luego, en los aparentemente "fáciles" navegas en busca del recorrido.

Ya nos habían avisado del carácter atlético de la escalada tepuyera. Percibes el desplome en todo su esplendor cuando descargan los aguaceros típicos de la tarde. Pese a vernos atrapados un rato en la octava reunión, completaríamos la ruta bajo una tromba de agua que caía a 15 metros de nuestra vertical, sin mojarnos ni una gota. 
 Mágica sensación para este primer día de escalada.

Las emociones volverían después de rapelar. Oscureció mientras bajábamos por una zona de sabana al pie de pared, sin que consiguiéramos encontrar el sendero que se adentra en la selva. Imposible regresar al campo base atravesando jungla desconocida, así que nos toco subir y bajar durante una buena hora hasta descubrir el inicio del camino. Luego, ya en la selva, seguimos el consejo de los locales y regresamos al son de canciones y silbidos: el ruido amedrenta a culebritas y otros habitantes del bosque. Alfredo y Tavo nos esperaban con la cena preparada, un primer día maravilloso.


A la mañana siguiente intentamos amanecer algo más temprano. El planning de Unai no permitía demasiados días de asueto, así que preparamos material de nuevo con otro objetivo, éste de mayor envergadura. Ten pounds of tequila, una ruta de estilo tradicional de la que no teníamos demasiadas referencias, y sí un croquis bastante generalista que no indicaba siquiera el material aconsejado.

Selva, esta vez el sendero recorre sólo selva y eso contribuye a que llegues a pie de vía con los nervios a flor de piel. Será cuestión de hábito, pero a mí lo de pasear por dentro de estos magníficos bosques no me acaba de dejar tranquilo. De hecho Alfredo, nuestro guía, nos confeccionó una especie de polainas con la media caña de unas botas de agua viejas. Eso, dice, impide que las culebritas te muerdan en las pantorrillas, la zona más expuesta a picaduras junto a manos y brazos.
Alcanzamos pie de vía sin contratiempos, algo retrasados sobre el horario previsto. Horario que va rompiéndose a medida que intentamos seguir la ruta, completamente desequipada, con un croquis "desorientativo". Parece que el nombre de la vía responde al estado etílico en que se encontraban los aperturistas mientras dibujaban el recorrido...
Ya en el segundo largo Unai protagoniza una travesía adrenalínica entre bloques, roca dudosa y mucha exposición. Acabaremos en una ruta contigua empezada por unos colegas navarros apenas una semana antes, que seguimos hasta alcanzar el final y recuperar el trazado original de la Ten Pounds, a cuatro largos del suelo.
Es tarde. Nos quedan 7 largos y apenas 3 horas. Hemos agotado nuestra energía y sobretodo, nuestras ganas de sufrir. La vía se intuye exigente y exquisita. Volveremos después de un descanso merecido.

En el base coincidimos con unos amigos americanos que están abriendo una línea. Me devuelven una broca y unos bolts que les dejé (llevábamos una veintena de chapas por si ... la tentación ), y qué sorpresa: la broca se ha FUNDIDO después de tres agujeros, confirmando que esta arenisca-cuarcita se defiende de pitones y taladros. Mejor limpio, cuesta menos.


Volveremos


jueves, 1 de marzo de 2012

PER QUÈ ???

Per què? - ¿ POR QUÉ ?


Si alguna vegada heu ensenyat fotos, diapos o simplement heu parlat amb els vostres amics i coneguts sobre l'escalada, segur que us han preguntat QUÈ ens impulsa a pujar parets i muntanyes.

És difícil explicar-ho sense tirar de tòpics.
Senzillament, quan gaudeixo d'alguns paissatges com els que he contemplat a Venezuela, les raons apareixen clares i definitives.

Una petita mostra de fotos tal i com surten de la càmera, sense filtres ni artificis.
Pura natura, pura vida, simple felicitat.


nervis d'acer en una embarcada a "10 pounds of tequila"
exposició i compromís, 7a/b obligat on la caiguda no és una opció

tronc i liquens
sembla una broma dels indis Pemón

arc de sant martí, un regal a l'estació "seca"


Tahamahaka, el nom d'una via que comparteix denominació amb un arbre molt especial,
"el árbol de la resina" en Pemón, una olor neta i pura comparable als colors de la fotografia


bona nit...